Fueres críticas al gobierno nacional y guiños a la oposición especialmente del peronismo. Los esfuerzos de la Casa Gris en pos de llamar a una convención constituyente.

Con un discurso especialmente dirigido a mostrar ideas, valores y acciones diferentes de las que dominan el escenario nacional, el gobernador Miguel Lifschitz se dirigió a los diputados y senadores de la Provincia.

Además de abrir el 136° período ordinario de sesiones, le dio otro empujón al debate que espera que este año concrete la aspiración más trascendente de su gobierno: la reforma de la Constitución de la Provincia de Santa Fe.

Lo hizo ante el clima repentinamente frío de un 1ro. de Mayo que se suponía que iba a tener más calor y sobre todo más color.

Lifschitz les habló a quienes también piensan que la democracia debe ser “vibrante” y que no puede volverse “aburrida”, porque “si no incomoda (…) al statu quo”, no transforma la realidad.

Convocó a los legisladores cuando afirmó que el cambio en la Argentina no puede provenir del interior más atrasado del país “ni de la gran metrópoli”, a la que mostró plagada de privilegios, sino de las provincias que como Santa Fe son exitosas en su desarrollo económico y en su papel en la historia en favor del federalismo.

Les llamó la atención sobre el momento que vive la clase política santafesina, al señalar que “Santa Fe tiene un destino de constituciones. Santa Fe debe ser parte del cambio en Argentina. El cambio verdadero no vendrá del interior postergado ni de la metrópolis porteña. Vendrá de la Argentina moderna, laboriosa y democrática, vendrá de Santa Fe”, vaticinó.

“Vivimos -aseguró en otro momento- tiempos de reforma. Ser progresista, ser innovador, es ser reformista. Todos los que pasamos por la Universidad Pública somos herederos de la gloriosa Reforma Universitaria, que en junio cumple 100 años. Y nos hemos inspirado en la fuerza vibrante de su manifiesto liminar”.

Reelección

Varios legisladores de la oposición buscaron, luego del acto, releer lo que el titular del Poder Ejecutivo Provincial había dicho sobre su eventual reelección. Allí Lifschitz se apartó levemente del papel para subrayar con un “para nada” lo que ya negaba el texto: “Mi problema en lo personal no es para nada la reelección, mi problema es lograr una Reforma de la Constitución que nos permita decir que pudimos hacerlo, que fuimos capaces, que nuestros nietos van a tener derechos y garantías que nosotros no tuvimos. Que somos capaces de soñar e imaginar la Santa Fe del siglo XXI y plasmarlo en una Constitución. Ustedes tienen la respuesta”.

El gobernador eligió hablarle a los socios de la reforma, acaso a los que imaginó -y no parece haber podido conmoverlos-, al enumerarles los valores que promueve el proyecto para un nuevo texto constitucional.

Dirigió su discurso a quienes se sienten parte de las transformaciones progresistas de la provincia. Y también encontró la forma de hablarles a aquellos que sólo repiten consignas progresistas, pero que últimamente definen sus acciones políticas al calor del oportunismo, según las chances electorales de sus proyectos partidarios, o personales.

Forma y contenido

El gobernador les habló a los legisladores durante una hora. Y en los últimos siete minutos precipitó el tema central de su mensaje, justo cuando cayó una lluvia intensa.

En una mañana que inevitablemente fue fría, porque el clima político frente a ese tema -además del cielo- así lo indica, el gobernador siguió adelante con su desafío personal.

Reformar la Constitución es el objetivo de gobierno que, considera Lifschitz, puede darle la estatura de un estadista.

El tema pareció haber estado presente en apenas esos últimos copiosos párrafos, pero que en realidad recorrió todo el discurso.

El jefe de la Casa Gris leyó un texto cuya estrategia discursiva repite la estructura formal de un cono. Fue de lo general a lo particular: en su base enumeró los valores generales compartidos por los santafesinos y por la clase política. Y en el vértice, antes de los aplausos finales, el gobernador puso a la reforma de la Constitución.

En todo el cuerpo de esa figura geométrica, que resume lo que Lifschitz fue a reclamar a la Legislatura, reverbera la palabra progreso. El gobernador les habló a los legisladores con la convicción que exigen los hechos históricos, pero habrá que ver si lo han escuchado.

Fue un discurso pausado y reflexivo, que casi no tuvo cifras y apenas se apoyó en un par de citas. Estuvo dirigido a quienes pueden darle los dos tercios que necesita en cada Cámara para que avance el proyecto de reforma. Abrió el año legislativo con un texto cuyo papel bien pudo ser imaginariamente plegado como un cono, para ser usado como un megáfono.

Las palabras de una hora clave

El discurso del gobernador Miguel Lifschitz se extendió por apenas una hora.

Dos veces usó la palabra “vibrante”. Para cargar con ese adjetivo a la democracia, a la que concibe como un sistema que también “debe incomodar” al statu quo y para recordar la Reforma Universitaria del 18 y su manifiesto preliminar “que todos compartimos”.

Para aludir a las tarifas, a la lucha contra la pobreza, a la seguridad, la violencia y el narcotráfico, usó 5 veces la palabra “complejo”. Pidió no simplificar las respuestas que puede dar el Estado en todas esas materias y aseguró que Santa Fe, desde que gobierna el Frente tiene respuestas diferentes a las que se han ensayado a nivel nacional tanto el anterior como el actual gobierno.

Once veces hubo términos que llevan la raíz “narco”, para hablar del problema del “narcotráfico”, de los “narcotraficantes” y del “narcomenudeo” que ahora Lifschitz pretende pasar a la competencia de los jueces y fiscales provinciales.

Citó sólo a dos autores. Al premio Nobel de economía de 2014 y a un filósofo, precursor del idealismo alemán. “Yo pienso, como dice el Premio Nobel de Economía, Jean Tirole, en una economía del bien común, una economía que busca el bienestar para la comunidad, y que engloba la dimensión individual y la dimensión colectiva de los sujetos”, dijo el gobernador. Aseguró que “hay límites morales al mercado” y que “el Estado y la política son los responsables de poner esos límites”.

“No todo tiene precio. Lo que tiene precio puede ser sustituido por algo equivalente dice (Immanuel) Kant, pero lo que se halla por encima de todo precio, y por tanto no tiene nada equivalente, eso tiene dignidad: la vida, las personas, la comunidad, la patria, el planeta”, expresó.

“Yo creo en una economía de mercado que sea no sólo un espacio de competencia sino también de cooperación. Y en una fiscalidad redistributiva, porque si hay algo que el mercado no garantiza, es justamente redistribución de la riqueza”.

Lifschitz fue duro con “el neoliberalismo” El mundo que viene nos desafía a dejar de lado el manual del neoliberalismo, no sólo el manual de recetas económicas, sino sobre todo el manual de valores, que es el manual del fracaso. El aumento permanente del consumo y la concentración económica no lo resiste el planeta y nos lleva inevitablemente a una catástrofe ambiental y social”.

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