Lo estamos viendo en los pueblos y en las ciudades. A pesar de la pandemia, los jóvenes se descuidan,  se encuentran en las plazas, en las puertas de las casas y también puertas adentro. Se los ve charlando en grupos o en pareja, muy cerca unos de otros, en muchos casos, sin tapabocas o con el tapabocas en el cuello.

No son todos, pero sí demasiados, los que se visitan, organizan reuniones y hasta fiestas. Creen que nada les va a pasar. Que su juventud y el estar saludables los protege contra el COVID 19, infección viral hipercontagiosa, que parece darles la razón.

Las estadísticas diarias de los que enferman gravemente y/o mueren confirman que el coronavirus resulta altamente mortal para los mayores de 70 años y cursa como una gripe, sin consecuencias duraderas, en la mayoría de los jóvenes.

Muy diferente es lo que muestran las estadísticas, de la otra pandemia que nos aqueja en relación con ellos.  Los siniestros de tránsito son la principal causa de muerte de los jóvenes de entre 15 y 34 años de edad. En Argentina, más de 3.000 perdieron la vida en 2019. Mueren más por esta causa que por cualquier tipo de enfermedad.

Casi todos los días se registran muertes o lesiones graves en el tránsito de jóvenes que circulan en motocicletas, especialmente, pero también en bicis, automóviles o a pie. Sin embargo, así como actúan riesgosamente ante la pandemia del coronavirus, sin siquiera tener conciencia de que  pueden ser  portadores asintomáticos y contagiar a sus mayores,  lo hacen en la vía pública asumiendo riesgos con terribles consecuencias. No usan casco en la moto, ni cinturón de seguridad en el auto, circulan a excesiva velocidad, no respetan las señales de tránsito, se mueven alcoholizados, y distraídos por mencionar algunos de sus comportamientos de riesgo. Y lo pagan con su salud o su vida.

Tomar conciencia de los límites y la fragilidad es un desafío para quienes, inexpertos e inmaduros, están ansiosos por vivir experiencias nuevas, en compañía de su grupo de amigos, fuente de identidad y de diversión, desplegando sus habilidades y capacidades y superando sus miedos e inseguridades, en el camino hacia la autonomía y la adultez. (Para saber más: “Los jóvenes, vulnerables en el tránsito).

Todo esto está muy bueno, pero morir en el intento o poner en riesgo a otros no lo es. Resulta importante saber que el tránsito mata a los jóvenes más que el COVID, pero que en ambas pandemias, cuidarse es el único camino para su propio bien y el bien de las personas a las que aman.  Los adultos pueden y deben protegerlos y educarlos para el cuidado de la vida.

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